Gracias, Señor, por mis brazos buenos,
cuando hay tantos mutilados;
por mis ojos buenos,
cuando hay tantos sin luz,
por mi voz que canta, cuando tantos enmudecen;
por mis manos que trabajan,
cuando hay tantos que mendigan,
por conservarme siempre con salud,
por el pan nuestro de cada día;
por guiarme siempre por el buen camino.
Es maravilloso Señor tener un hogar donde volver
cuando hay tanta gente que no tiene donde ir.
Es maravilloso Señor, amar, soñar, sonreír,
cuando hay tanta gente que llora, que odia,
que se vuelve en pesadillas y tantos que mueren antes de nacer.
Es maravilloso Señor, sobre todo, tener tan poco que pedirte y tanto que agradecerte.
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