¿Sabes el valor de una sonrisa?
No cuesta nada pero vale mucho.
Enriquece al que la recibe, sin empobrecer al que la da.
Se realiza en un instante y su memoria perdura para siempre.
Nadie es tan rico que pueda prescindir de ella,
ni tan pobre que no pueda darla.
Crea alegría en casa;
fomenta buena voluntad
y es la marca de la amistad.
Es descanso para el aburrido,
aliento para el descorazonado,
sol para el triste,
y recuerdo para el turbado.
Y, con todo, no puede ser comprada,
mendigada, robada,
porque no existe hasta que se da.
Y, en el último momento de compras,
el vendedor está tan cansado
que no puede sonreír,
¿quieres tú darle una sonrisa?
Por que nadie necesita tanto de una sonrisa,
como los que no tienen una
para dar a los demás.
PADRE ALBERTO HURTADO
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